
Es bien sabido por todos que la novela gráfica ha supuesto la verdadera revolución del mundo de la historieta, aupándola a lo más alto para erradicar su estigma de literatura menor. Pero, ¿qué se esconde tras este controvertido término?
Cuando oímos hablar de “novela gráfica” lo primero que nos viene a la mente es la palabra renovación. Una renovación artística, gráfica y literaria con dosis de carácter conceptual que raramente se ve en otras disciplinas. Y si, también nos viene a la cabeza la palabra moda; sino, ¿Cómo explicáis que un término que se lleva usando más de treinta años empiece a tener algo de repercusión desde hace cinco?. Una vez dicho esto y parafraseando la fórmula del agua, observamos que: juntando dos moléculas de moda con una de renovación obtenemos lo que ha mantenido al cómic alejado de las grandes ventas y, por lo tanto relegado a ser un arte de segunda. Los más ingenuos pensaréis que estamos hablando del éxito; pero nada más alejado de la realidad, estamos hablando de dinero.
Muchos han visto el símbolo del dólar ante sus ojos al descubrir que podían -palabra «renovación» mal entendida- editar todo lo que quisiesen bajo el pseudónimo de “novela gráfica” para -palabra «moda» explotada al máximo- incrementar, al máximo, sus índices de ventas. Al ver que esto funcionaba, las grandes editoriales han abierto un hueco al noveno arte con la única pretensión de hacer caja. Con el tiempo, las pocas novelas gráficas de calidad han dado paso a un sinfín de adaptaciones literarias ilustradas (que por suerte son muy fáciles de localizar) que abochornan tanto a la literatura como al cómic; y tochazos intragables con pretensiones de “literatura con mayúsculas” que han buscado en los “dibujitos” su manera de salir al mercado. Por desgracia, estos son los que más abundan y los más difíciles de descartar a simple vista.
No debemos olvidarnos que además de un movimiento que está en pleno desarrollo evolutivo y que todavía no tiene unos parámetros definidos; una novela gráfica es un cómic. Y como tal está sujeto a unas características que lo hacen único. En palabras de Scott McCloud, los cómics son «Ilustraciones yuxtapuestas y otras imágenes en secuencia deliberada, con el propósito de transmitir información y obtener una respuesta estética en el lector». Según él, un cómic no sería un cómic si las ilustraciones careciesen de peso narrativo y/o no fuesen más que una redundancia del texto, y… ¿Cuántas «novelas gráficas» que hemos leído no pecan precisamente de esto?.
Si queréis saber más sobre ellas y que deje de una vez de teclear, leed la revisión del manifiesto que TEBEOBIEN ha hecho del original de Eddie Campbell; y por favor, que no se os ocurra volver a pedir alguna en vuestras bibliotecas.
Ya sea autoral o no, de la crema del cartoné o a la parrilla en rústica, con costra encolada o pincho de grapa, a tamaño como para dos comensales o para veinte, historieta monográfica de toda la vida. Si se quiere cantar la de movimiento artístico que se demuestra andando… pues que se cante.
Que hagan lo que quieran la RAE, los del ISBN y la jefancia para el recuento y el registro del libro en España. No pueden engañifar al lector ramplón del medio.
Di que sí Ismael!!. Está todo el engranaje perfectamente montado para que nos dejemos los cuartos con todo lo que se inventan para hacernos vivir mejor. Pueden engañar a quién quieran menos a los que nos molan los tebeos. jejejeje
no había leído el manifiesto. gracias por el enlace! ;O)
No hay de qué Sira. Creo que todo el mundo debería tener delante ese manifiesto a la hora de comprar una «Novela Gáfica»: Besitos