La vida es un enigma. Sin pensarlo mucho, me acabé apasionando por los fantasmas y el dibujo. Nunca hubiera imaginado que esas dos pasiones iban a ser mi salvación más adelante.

Con este sencillo, pero a la vez potente, texto empieza NonNonBa; el manga con el que Shigeru Mizuki ganó el premio al mejor álbum del Salón Internacional del Cómic de Angoulême 2007. Una obra autobiográfica que nos muestra cómo fue su vida en el Sakaiminato, un pequeño pueblo costero al suroeste de Japón, a principios del S. XX. En ella, a través de una visión tremendamente personal de la realidad marcada por el folklore tradicional japonés y el temor a lo sobrenatural, descubriremos parte de la niñez del autor y su pronto conocimiento de si mismo, de su entorno y de la verdadera realidad que lo rodea. Transportándonos, de esta manera, a través de un viaje iniciático lleno de ternura, nostalgia, emoción y monstruos, muchos monstruos. Empecemos:

A pesar de que el enorme desfase entre la fecha de publicación en Japón (1992) y en Europa (Entre 2006 y 2010 dependiendo de la zona), pueda dar lugar a miles de conjeturas y teorías… lo cierto es que, aún a día de hoy, NonNonBa no ha perdido un ápice de frescura ni originalidad. Quizá sea por esa manera tan magistral de mezclar la realidad y la ficción, lo banal y lo metafísico, lo lejano y lo cercano, la sencillez y la espectacularidad… Quizás sea la capacidad de ver los polos opuestos, ya no sólo de una comunidad, sino de un mismo ser y entrelazar sus partes de tal manera que se conviertan en lo único que pueden ser: Un todo.

Un todo con sus luces y sus sombras, con sus victorias y sus frustraciones, con sus miedos y alegrías, con sus éxitos y fracasos… Un todo lleno de alegorías y preciosas metáforas sobre la vida, de preguntas existenciales no narradas pero si intrínsecas en el texto, de sabiduría oriental ancestral y de historia y folklore japonés.

Aunque, en realidad, la historia gira en torno a un proceso de deconstrucción del seno familiar en el que el autor juega un papel secundario. El de espectador que escapa de la cotidianidad a través de las historias fantásticas que intenta reflejar en su carpeta de dibujo. Sin saber que en realidad está – y acabará- usando su frustración y su dolor como método creativo; como aprendizaje de vida. Un aprendizaje que le obligará a posicionarse y tomar consciencia de términos desconocidos como: La tolerancia, la comprensión, la injusticia, la pérdida, el liderazgo, la lucha de clases, la trata de personas, el hambre, la pobreza, la sensibilidad, la intuición, el idealismo, la desesperanza… que le mostrarán el camino de la fuerza de la pureza y la amabilidad.