Texto de Donny Cates. Ilustrado por Geoff Shaw.
Evolution Comics (Panini España)
Será por libros y tebeos de fantasía, héroes y mitos. A ver, que me encantan, son del tipo de género que más he leído desde que tengo uso de razón, por eso tengo elevado el umbral de la sorpresa. Así que he de decir que, caramba, me encantó God Country pero no sólo porque me asombró el argumento, sino porque además me pareció brillante el tono de escapismo de esa realidad dolorosa que es el alzheimer, una enfermedad que agota a las familias. A pesar del amor y de la buena voluntad, todos hemos visto clanes muy unidos deshojarse como margaritas ante la intratabilidad y la ira de una abuela (ese abuelo o abuela trabajadora, arrojada, protectora y honorable) tocada por el caos.
El Guión.
La mente de Emmett Quinlan está desbaratada y eso deteriora también el matrimonio de su hijo Roy y de su nuera Janet. Pero entonces el patriarca de la familia Quinlan toma posesión de Valofax, una legendaria espada parlante, la esencia de todas las espadas de gloria conocidas, capaz de curarle y de devolverle la cordura. Valofax, que es tope Final Fantasy, lo ha elegido como paladín, pero a cambio tendrá que librar una batalla cósmica contra una divinidad antigua y sanguinaria que hará lo que sea por recuperar esa espada arcana. Emmett elige lidiar una batalla contra los seres de un averno intergaláctico por no ceder el arma, su vínculo con el mundo (su hijo, su nieta, la nuera, el recuerdo de su difunta y amada esposa) que el alzheimer le había hecho abandonar.

God Country nos relata un drama familiar vestido de épica absoluta. Sí, hay un anciano que se enfrenta a espadazos con los dioses, pero en realidad lo que prima es la reflexión sobre nuestra humanidad.
La ilustración.
De la ilustración se encarga Geoff Shaw. Tuve la oportunidad de conocer el trabajo de este tándem en Thanos, un tebeo donde Shaw hace lo que le da la gana y muestra todo su potencial. Sin embargo en God Country me encuentro a un autor más contenido, quizá porque estamos hablando de un cómic donde el lector se involucra más en la parte narrativa, pero oigan, que aunque se ciña a la carga emocional del guión no quiere decir que Shaw no se luzca artísticamente.
Los personajes están perfilados con proximidad, no son Adonis ni Venus, sino unos tipos corrientes que podríamos ser tú, que me lees, y yo. Eso de descubrir al vecino puesto sobre el papel, realza la emotividad. Además su afición por los planos lejanos y polvorientos, realizados con ese manejo de tinta sucia, lo hace perfecto para esta serie de ambientación texana. Pero cuando se trata de dibujar batallas, ¡qué intensidad, qué impacto visual! ¡Cómo se acelera el ritmo narrativo! Estamos contemplando a viejo que se hace de casualidad con el arma más poderosa del universo y a unos oponentes terribles, hechos a medida de la espada.
En resumen…
Esta es una historia épica, pero no trata sólo de héroes y acero. Aquí hay sentimiento neto, tanto, que se me cayeron unas lágrimas en la terraza del Mesía, el bar donde disfrutaba de un vermú. Y como parece que estamos hechos a ver a la gente riéndose con una lectura entre las manos pero todavía sorprende que un texto nos haga llorar, me enjugué las emociones y volví a comenzar el tebeo, una vez que ya supe que God Country es una obra sobre lo que nos hace ser humanos.
Molaridad: 8